Castillo al que llega Yvaín después de encontrarse con la doncella que le busca desde hace mucho tiempo, para que ayude a otra doncella a recuperar su herencia (Chrétien de Troyes, Yvain). A medida que se aproximan al castillo, la gente le grita al caballero que sea mal venido y la doncella le aconseja que no suba a la fortaleza. Yvaín sigue adelante con el león y llega así a una sala alta y nueva. Delante de la sala hay un jardín rodeado de grandes estacas, a través de las que ve a unas trescientas doncellas trabajando. El aspecto de las doncellas es deplorable (desceñidas, corpiños desgarrados, camisas sucias, cuellos delgados y rostros pálidos debido a la miseria) y están todas ocupadas en tejer con hilos de seda y oro. La causa reside en el hecho de que el rey de la Isla de las Doncellas prometió a los dos diablos que habitan el castillo, para no tener que combatir con ellos, que cada año les mandaría un tributo de treinta (o de cien) doncellas, costumbre que finalizará el día en que los diablos sean vencidos en combate. Yvaín no encuentra a nadie en el palacio hasta que llega al jardín, en el que ve a una doncella que lee en voz alta una novela junto a sus padres que la escuchan atentamente. Estos lo acogen amablemente y al día siguiente el señor le comunica que deberá luchar con los dos diablos y que si los vence será suya su hija y el castillo. Yvaín dará fin a la Pésima Aventura gracias a la ayuda del león y acabará así el tributo de las cien doncellas.