Escalón el Tenebroso
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Castillo de Bretaña sometido a una terrible costumbre durante diecisiete años como castigo a un pecado cometido por su señor
Castillo de Bretaña sometido a una terrible costumbre durante diecisiete años como castigo a un pecado cometido por su señor. Este, ansioso por saciar sus deseos con una doncella del lugar, celosamente custodiada por sus parientes, consigue yacer una noche con ella aprovechando la oscuridad reinante en la iglesia del castillo. El Espíritu Santo advierte, sin embargo, a un ermitaño de la profanación, y los ruegos del santo varón inducen al castigo divino, implacable: los amantes aparecen muertos el uno sobre la otra. Tras aquella noche, las tinieblas no abandonan el castillo (de ahí su nombre, pues antes era conocido como Escalón el Alegre) y solamente se mantiene la claridad en torno al cementerio, debido a los hombres de religión enterrados allí. Nadie escapa al castigo: diablos o espíritus se llevan, nadie sabe adónde, los cuerpos de los señores cuando mueren, mientras que sus vasallos están condenados, como ellos, a no poder salir más allá de los muros de la ciudad y sus cuerpos no pueden recibir sepultura en el cementerio sino que se abandonan, amontonados, en el interior del templo profanado, que progresivamente se va arruinando, vencido por la hierba que crece feraz y dominado por la fortísima pestilencia de los cadáveres. Semejante cúmulo de desgracias solamente podrá ser reparado cuando el mejor caballero del mundo se introduzca en la iglesia a través de una estrecha grieta y consiga forzar la puerta junto al altar. Galescalaín, duque de Clarence, no logra superar la prueba, pues, a pesar de resistir el viento glacial y la pestilencia que surgen del interior, una tremenda descarga de golpes en la oscuridad lo abaten por dos veces, hasta que retrocede y sale. Poco después, al día siguiente de Pentecostés, Lanzarote e Yvaín, el hijo de Urién, llegan a Escalón. Yvaín emprende el primero la aventura y una formidable tunda como de mazas o trancas, o hachas y espadas, lo tumba sin sentido. Cuando vuelve en sí no halla la cadena que sirve de guía en la oscuridad y que partiendo de la puerta del castillo atraviesa el cementerio y penetra en la iglesia. Sólo el atisbo de claridad procedente del cementerio le permite orientarse y se acerca al altar tropezando más de siete veces con los cadáveres amontonados en el suelo y soportando a duras penas el frío que lo atenaza y el olor a putrefacción. Cerca ya, al fin, de la puerta que debe abrir, Yvaín se desploma sobre el primer escalón, donde es socorrido por Lanzarote, que ahora se lanza a la aventura, santiguándose antes y dirigiendo un momento su mirada hacia Londres, donde se encuentra su amada, la reina Ginebra. Movido por el fuerte sentimiento que le infunde su amor, Lanzarote avanza veloz dentro de la iglesia golpeando con su espada a diestra y a siniestra, levantando tal fragor de combate que el templo resuena y parece presto a derrumbarse del todo. Tras dos caídas y duramente magullado, logra llegar hasta la puerta y, justo antes de perder el conocimiento, la empuja con ambas manos abriéndola, momento en que la claridad vuelve al castillo, y sus moradores, pálidos y delgados, cesan en sus llantos y lamentaciones y estallan en un júbilo inmenso. En adelante, Escalón no será llamado ya el Tenebroso, sino el Feliz. Una novela posterior (Livre d'Artus) introduce algunas variaciones en su sucinto relato del pecado cometido en Escalón, pues la pareja está compuesta por un caballero de la castellanía de Escalón y la hija del señor del lugar. Se especifica, además, que el acto profanatorio se produce el Miércoles Santo, justamente a la hora en que se apagan los cirios y al decirse «miserere mei Deus» se responde «kyrie eleyson Christe eleyson». Un hombre santo que se halla rezando en la iglesia sabe instantáneamente lo que ha sucedido, y abrumado por vergüenza ajena pide a Dios que extienda las tinieblas sobre el castillo.
Gal, DSG, LA.
Textos
Gal, DSG, LA.