Sobrina del señor de Mares y prima de su hijo, el caballero Ladomás. La belleza extraordinaria de esta mujer hizo que le impusieran el sobrenombre de «la Sin Par» siendo aún doncella. Efectivamente, son escasas las damas cuya excelencia se parangona con la de Elena: la reina Ginebra, Iseo la Rubia y Amite, la hija del rey Pelés. Pero semejante belleza y un mal matrimonio, aunados con una franqueza entre arrogante e ingenua, se vuelven contra Elena causándole un largo período de dolor. Persidés, un valiente caballero y de más alta condición, se enamora de ella y la toma como esposa, pese a la oposición unánime de sus parientes y amigos, quienes desaprueban naturalmente un matrimonio cuya desigualdad rebaja la nobleza de Persidés y, por ende, la de su linaje. Tras la boda, el caballero abandona los hechos de armas, dejando de frecuentar a sus antiguos compañeros, y se entrega al ocio ocupando su tiempo solamente en amar a su mujer, lo que aviva aún más el rechazo de sus conocidos contra Elena. En una ocasión en que un tío de Persidés les censura su actitud y la diferencia que hay entre ambos, Elena responde que la nobleza de su corazón no tiene por qué avergonzar a su marido, que ella también ha perdido amistades de antaño por el matrimonio y que su belleza ha merecido más elogios que el valor de Persidés. Esta observación indigna a Persidés, que decide encerrarla en la torre mayor de su castillo hasta que aparezca una dama más hermosa que ella (en cuyo caso jamás volvería a acostarse con Elena) o bien un caballero consiga superarlo en valor (lo que supondría la liberación de la dama). Tras cinco años de cautiverio, la hermana de Elena consigue que Héctor de Mares acuda al castillo de Persidés. Después de contemplar a Elena a través de una ventana, Héctor, admirado, afirma que no existe caballero alguno cuyo valor no sea superado por la belleza de Elena y acusa a Persidés de no poseer todas las cualidades propias de un caballero, al haber tratado de forma tan denigrante y descortés a su esposa. El combate decisivo termina con la victoria de Héctor, que envía a Persidés a la corte del rey Arturo para que se entregue como prisionero. Según las versiones inglesas, era hija de Pelés y madre de Galaz, pero se trata de una confusión con Amite.