La espada de Arturo, celebérrima a partir de Malory y los subsiguientes acercamientos románticos al ciclo de la Mesa Redonda, se conoce en la literatura de los siglos XII y XIII a través de una interpretación con variantes y elaboraciones no siempre coherentes entre sí. En el Brut, Wace, siguiendo fielmente a Geoffrey de Monmouth, menciona que esa espada sin par fue forjada en la isla de Avalón, y Arturo aparece en varias ocasiones utilizándola con éxito contra peligrosos enemigos. Pero unos treinta años más tarde, Chrétien de Troyes se refiere a Escalibor —«la mejor espada que existió, que taja el hierro como madera»— en una sola ocasión (en Perceval), y es Galván quien la empuña. En adelante, otros muchos autores también pondrán en relación la espada y el sobrino de Arturo, aunque no siempre le pertenezca: es Arturo quien se la ciñe en las Continuaciones de Perceval y quien se la regala al hacerle caballero, y parece claro que el propietario es, en general, el rey. Es, en fin, precisamente en manos de Arturo cuando Escalibor cobra un papel destacado en el episodio final de la Vulgata (Mort): al día siguiente de la batalla de Salesbieres, camino de la costa, Arturo, herido mortalmente, manda a Giflete, el último compañero de la Mesa Redonda, que arroje Escalibor en un lago cercano. Una mano surge entonces de las aguas, empuña la espada y la blande varias veces antes de llevársela consigo al fondo del lago, viendo Arturo confirmado así el presentimiento de su ya cercana muerte. Del mismo modo, elaboraciones posteriores a la Vulgata precisan los orígenes de la legendaria espada y su vinculación a Arturo, aunque diverjan en el detalle: Escalibor es la espada que el joven Arturo arrancó del yunque (Continuación de Merlín, de la Vulgata); o bien aquella que, tras haber roto la del yunque en un combate con Pelinor de Listenois, le concedió, por mediación de Merlín, una mano surgida de un lago, bajo la condición de que se la devolviera llegada su última hora (SM(H)). Escalibor resplandece extraordinariamente, como dos antorchas juntas, y se torna, en manos de Galván, más ligera y manejable a mediodía. Ocasionalmente se acompaña de un tahalí mágico que preserva a quien lo posee de sufrir herida alguna. De su gran poder habla igualmente la falsa etimología que hace de su nombre un vocablo hebreo que significaría «que rompe el hierro, el acero y la madera». Los estudiosos, por su parte, estiman probable una derivación, tal vez por influencia virgiliana, del latín chalybs «acero», de donde el Caliburnus de Geoffrey de Monmouth (Faral, Loomis) y las subsiguientes variantes francesas, aunque los celtistas aducen para explicar éstas la forma galesa de la espada de Arturo en los Mabinogion (Caledvwlch), compuesta de calet «fuerte, duro» y bwlch «corte, filo» y que remedaría otro nombre de espada, Caladbolg «espada poderosa», de una saga irlandesa (Loomis). Escalibor aparece, aún, en manos de Meliadús y de Lanzarote, tras serles prestada por Arturo y Galván, respectivamente, para sendos combates extraordinarios. En otra ocasión, Escalibor llega a manos de Accalón, a quien se la da Morgana para que acabe con el rey Arturo en combate: sus propósitos fracasan; la espada y el tahalí son recuperados por el rey, y Accalón muere. La fama literaria de Escalibor se vio excedida por su supuesta historicidad, puesto que los reyes de Inglaterra pretendieron poseerla, haciendo ostentación de ella como herencia de su predecesor Arturo.