España, vale decir, la Península Ibérica, constituye en la novelística artúrica el límite meridional del reino bretón. Sus reyes son casi siempre sarracenos y enemigos de Arturo; se cuentan entre ellos Aliphatima, Alipantón, Flualís, Savarí el Español, Alphegus, Feraunt y Meodrás. Salvo Flualís, que, convertido a la fe cristiana, emprende una cruzada por España, Galicia y «Composterne» (verosímilmente Santiago de Compostela), estos monarcas pasan por ser belicosos aliados del Imperio romano en su guerra con Arturo. Tal es el caso de Alipantón, que muere a manos del caballero Nantres mientras lucha en el bando del emperador Luces, y aliado del mismo emperador es, también, Meodrás, rey de España. Entre los hombres de letras de la corte de Arturo se encuentra Tomás de Toledo, que es uno de los cuatro notarios encargados de poner por escrito las hazañas de los caballeros de la Mesa Redonda. Lo mismo cabe decir de otro rey sarraceno, hermano del Sultán, que participa en la batalla que romanos y musulmanes, por un lado, y bretones, por el otro, libran a tres leguas de París: Galván da muerte allí al Sultán, mientras que Lot acaba con el rey de España. Un gigante muerto por Arturo en Mont Saint Michel durante la guerra contra Luces procede también de España y probablemente sea musulmán. Incluso el mismo emperador, llamado en ocasiones Hiber y que no parece tener entidad histórica, nació en la Península, así como Leonor de Castilla, la mujer del rey Eduardo I de Inglaterra (rey entre 1272-1307), a quien Girard d’Amiens ofreció su Escanor y de la que el novelista dice haber obtenido el tema de su relato. El único de estos personajes que desempeña un papel algo más que ocasional es Savarí el Español, quien al haber raptado a la joven viuda Lidoine con la pretensión de forzarla a casarse con él, mueve a los bretones a atacarle y a liberarla. Debe destacarse, aun, que varias novelas testimonian el aprecio de que gozaban los caballos españoles, sobre todo los destreros, es decir, los que se montaban en el momento del combate. Héroes artúricos notables como Erec, Guinglaín el Bello Desconocido o Galván son obsequiados con caballos de España. El último, por ejemplo, recibe un corcel más rápido que el magnífico Bucéfalo de Alejandro Magno. Por último cabe señalar, anecdóticamente, que una partida de pájaros de España es mencionada en la enumeración de las riquezas que Tristán lleva consigo en su barco, rumbo a Inglaterra, junto a telas de seda, una rica vajilla de Tours y vino de Poitou.