Esposa de Boores de Gaunes; madre de Lionel y de Boores el Desterrado. La figura de Evaine corre pareja a menudo a la de su hermana Elena de Benoic, casada a su vez con el cuñado de Evaine, el rey Ban de Benoic. La suerte de Evaine parece las más de las veces un reflejo —pálido sin duda— de la personalidad señera de Elena. Así, poco después de conocer la noticia del nacimiento de Lanzarote, el hijo de Elena y Ban, Evaine queda encinta de Lionel. De la misma manera, Boores de Gaunes, largo tiempo enfermo mientras Claudás asola Benoic y Gaunes, fallece a los dos días de saber la muerte de Ban. Evaine se lleva entonces a Lionel y Boores, de veintiún y nueve meses, respectivamente, al castillo de Montlair, el único que le resta, pero el miedo a Claudás la hace huir al Monasterio Real fundado por Elena. En el camino, Farién, un caballero desheredado otrora por Boores y al que la intercesión de Evaine salvó de la muerte, se lleva a los pequeños prometiendo cuidar de ellos y educarlos, con lo que venga así la afrenta de Boores a la vez que salda su deuda con Evaine. Esta, presa de aflicción, empieza una vida de penitencia y oración junto a su hermana. Tonsurada para no ser reconocida por Claudás y sus secuaces, Evaine no consigue sobrellevar la dura vida de privación del monasterio, pues es de complexión más débil que Elena. Cae enferma y debe guardar cama, de la que ya no volverá a levantarse. Una noche tiene una visión en sueños en la que ve a Farién con tres niños de distinguida presencia. Al despertar halla escritos en su mano los nombres de Lionel, Boores y Lanzarote. Satisfecha porque Dios le ha revelado así que sus hijos siguen con vida, Evaine se confiesa y muere.