Grial
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El Grial aparece en la literatura artúrica por afortunada inspiración de Chrétien de Troyes, que en Perceval nos relata cómo el protagonista asiste, en el Castillo del Rey Pescador, a una misteriosa procesión, que atraviesa la sala en la que Perceval y su anfitrión están cenando
El Grial aparece en la literatura artúrica por afortunada inspiración de Chrétien de Troyes, que en Perceval nos relata cómo el protagonista asiste, en el Castillo del Rey Pescador, a una misteriosa procesión, que atraviesa la sala en la que Perceval y su anfitrión están cenando. Un paje, que lleva una lanza sangrante (identificada después con la lanza que atravesó el costado de Cristo en la Cruz), encabeza la comitiva y detrás viene una doncella con «un grial» (Chrétien lo dice exactamente así, «un graal») entre sus manos. El joven Perceval no osa preguntar nada acerca del extraño cortejo, y su silencio resulta nefasto, pues sólo preguntando hubiese podido hacer que el imposibilitado Rey Pescador sanase y que su tierra, yerma y devastada, recobrase la vida y la fertilidad. Perceval pierde el Grial, y, a partir de ahí, todos sus esfuerzos y los de la mayoría de los caballeros artúricos se cifrarán en volver a encontrarlo. El grial de Chrétien, que aparece integrado dentro del acto de la comida, cumpliendo la función que le es propia como pieza de la vajilla (un «graal», del lat. med. «gradale», era un plato hondo donde se acostumbraba a servir ricos manjares, en las casas nobles), no parece tener, en principio, un valor místico o emblemático, a pesar de la indudable carga de misterio y extrañeza que el marco de la procesión en el castillo del Rey Pescador concede al objeto. La idea de un grial productor o portador de alimentos, situado en el centro de un ritual espléndido como el que ve Perceval, pudo tomarla Chrétien de algún antiguo mito relacionado con cuernos de la abundancia o cornucopias. Sin embargo, como más tarde descubre Perceval, cuando ya ha dejado atrás el castillo del Rey Pescador, lo que se servía en aquel grial que contemplaron sus ojos no era un manjar cualquiera, sino una única hostia consagrada, con la cual se sustentaba, desde hacía largo tiempo, sin tomar más alimento, el padre del Rey Pescador. Este dato y la puerta abierta a la imaginación que representa la inacabada obra de Chrétien van a dar inicio a un proceso que, a través sobre todo de la obra de Robert de Boron, convertirá aquel grial indeterminado en el Grial, o incluso, el Santo Grial. Así, todo aquello que Chrétien dejó entre las brumas de la ambigüedad, pues nunca llegó a explicar qué era verdaderamente el grial ni cuál era su función, Robert de Boron lo explica detalladamente: se trata del vaso utilizado por Jesús en la Última Cena, en el momento en el que instituye el sacrificio de la Misa. En el mismo vaso, José de Arimatea recoge la sangre del Mesías, una vez que éste ha sido bajado de la Cruz y son los descendientes de José de Arimatea los que lo llevarán a la Bretaña artúrica. De esta manera, el enigmático y misterioso vaso de Chrétien se convierte en un símbolo cristiano, que ya ha dejado de ser la escudilla para convertirse en copa o, más concretamente, en cáliz. El Santo Grial representa la presencia real de Cristo entre los hombres. Ya no se tratará de encontrarlo simplemente para librar al Rey Pescador y su tierra de la desgracia. Los caballeros perseguirán el milagroso objeto por una suerte de interés personal. En definitiva, el camino hacia el Grial se convertirá, muy pronto, en la novela en prosa, en el camino de cada hombre hacia la salvación, cuya culminación será, para el caballero o los caballeros elegidos, la visión de lo que hay dentro del vaso, o sea, la visión de Cristo hecho carne: la Transubstanciación. No está claro el origen de la leyenda del Grial; entre las interpretaciones que se han sugerido cabe destacar la que considera el objeto un símbolo cristiano (Bruce), la que piensa que se trata de la cristianización de un rito de fertilidad pagano (Weston) o la que se inclina hacia tradiciones célticas (Newstead, Loomis). La aparición del tema del Grial va a provocar, además, un cambio fundamental en el seno de la novela artúrica como género, ya que va a ser determinante en la sustitución del verso por la prosa, como forma de rechazar el carácter ficticio del modelo narrativo creado por Chrétien de Troyes y recuperar la noción de verdad (la prosa era la forma de la crónica histórica, donde lo fundamental era, justamente, la veracidad), para tratar ese tema trascendente que es el Grial y, junto con él, la salvación del hombre. Todo el ciclo de la Vulgata se construye en función de este ideal. Los buscadores del Grial son muchos, pero fundamentalmente dos: Perceval (en Perlesvaus, Didot Perceval, Parzival, etc.) y Galaz (en Queste, sobre todo). Con la aparición de Galaz, el tema del Grial se asocia de manera clara al de la Caballería Celeste, que tiene mucho que ver con las ideas de San Bernardo de Claraval (véase Galaz y Corbenic). Una vez que el caballero escogido, predestinado, encuentra el Grial y accede a sus secretos, una mano que, según la tradición, surge del cielo, se lleva el sagrado cáliz para siempre. Tras su desaparición, se esperará que el Grial vuelva a la tierra algún día.