Mesa Redonda

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Carlos Alvar
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La Mesa Redonda es la imagen más representativa de la corte del rey Arturo, y sus caballeros, los mejores del mundo. Son diversas las tradiciones que transmiten su historia y significación.

La Mesa Redonda es la imagen más representativa de la corte del rey Arturo, y sus caballeros, los mejores del mundo. Son diversas las tradiciones que transmiten su historia y significación. Construida, bien por Arturo al finalizar sus conquistas, con el fin de no privilegiar a ninguno de sus caballeros, bien por Merlín (quien habría escogido también a sus miembros), a instancias de Uterpandragón, la Mesa acaba en cualquier caso vinculada al reinado de Arturo, ya que éste, en la segunda versión citada, la recibe como regalo de boda (o como parte de la dote de Ginebra) del rey de Carmelida, Leodagán, depositario del objeto a la muerte de Uterpandragón. La mesa es destruida por Marco de Cornualles cuando, muerto Arturo, arrasa Camelot. Los caballeros miembros de la Mesa son doce, cincuenta, ciento cincuenta, doscientos cincuenta, trescientos sesenta y seis, y son frecuentes en las novelas artúricas enumeraciones más o menos largas de algunos de ellos. Cada asiento tiene escrito el nombre de su ocupante y la inscripción se desvanece cuando aquél muere, pero si aparecen milagrosamente las letras del nombre de un nuevo caballero que supere en valentía a su antecesor, podrá ocupar su lugar con derecho. También se eligen nuevos miembros entre varios candidatos para suplir las bajas habidas. Cuando los caballeros se sientan alrededor de la Mesa cuentan sus aventuras, que el rey manda poner por escrito para que sean recordadas por la posteridad. Si en sus primeras menciones (Brut y Chrétien de Troyes) y en la novelística francesa en verso posterior, la Mesa Redonda es el símbolo de una sociedad caballeresca perfecta y los valores que caracterizan a sus componentes son la destreza guerrera y la actitud cortés, puestos siempre al servicio de las doncellas y de quienes precisan auxilio ante la injusticia, la evolución de la materia artúrica, que refleja sobre todo los grandes ciclos en prosa del siglo XIII, le concederá nuevos y complejos sentidos. Así, la Mesa Redonda se inscribe en una tríada de mesas de profundo contenido religioso, detrás de la de la Última Cena y de la del Grial. Existe ahora un Asiento Peligroso o Prohibido, que simboliza el lugar de Judas en la primera mesa y que sólo podrá ocupar el Caballero Elegido que, como Jesús, redima del pecado. Quienes pretenden sentarse en él sin derecho son tragados por la tierra o se convierten en cenizas. El penitente Perceval se atreve a ocuparlo, luciendo armas rojas, pero debido a la culpa que arrastra desata los misterios del Grial. Galaz, el Buen Caballero, descendiente de José de Arimatea bendecido con la gracia divina, se sienta por fin en él, vistiendo de rojo como su pariente, antes de dar término a la santa demanda del Grial. Tras su desaparición, el Asiento queda vacío a perpetuidad. En este proceso de cristianización, la Mesa Redonda se erige en símbolo de la militancia secular de la caballería de Dios, complementaria de la vivencia contemplativa representada por la Mesa del Grial, o bien, iluminada por la luz de la Mesa del Grial, consiste en la etapa previa al acceso de Galaz a ésta. De la fraternidad caballeresca de las primeras obras aludidas se ha pasado, pues, a una comunidad casi monástica y pseudoapostólica de guerreros que alcanza en el personaje del perfecto Galaz una definitiva transfiguración mística. Tal evolución queda reflejada también en la desaparición o pérdida de relevancia de muchos de los miembros de la primigenia Mesa Redonda ante el protagonismo de los Galaz, Perceval y Boores. Los estudiosos han interpretado la formación del motivo de la Mesa Redonda en la literatura artúrica aduciendo explicaciones, antecedentes e influencias dispares. De la tradición cristiana cabe referirse a la imagen de la mesa de la Última Cena de Jesucristo, sobre todo si tenemos en cuenta la existencia de una mesa redonda de mármol que peregrinos y cruzados vieron en Jerusalén desde por lo menos 1102 y de la que se decía ser la mesa de la Eucaristía (L. Hibbard, Modern Languages Notes, 44 (1929), pp. 511-515). Se alude también al neoplatonismo cristiano en la perfección divina de su forma circular (A. Micha). Al mismo detalle, pero en otra dirección, atiende R. S. Loomis (op. cit. infra) al referirse a la costumbre de los guerreros celtas de sentarse en círculo alrededor de su jefe en los banquetes. Desde un punto de vista funcional, parece hallarse en el origen del artefacto una cuestión protocolaria, al competir los caballeros por el orden de precedencia en la mesa en las reuniones de la corte, conflicto que no debía planteársele sólo a Arturo (véase Delbouille y también Loomis). La Mesa Redonda de la imaginación literaria tuvo una plasmación histórica en ciertos usos y actitudes del ceremonial de la clase caballeresca de la Baja Edad Media en todo Occidente, llegándose a convocar torneos llamados «mesas redondas» que seguían supuestamente las convenciones del mítico rey bretón y su mesnada.
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