Es uno de los puentes que permiten el acceso al reino del rey Baudemagus, del cual nadie retorna. La disyuntiva está entre éste y el Puente de la Espada, siendo éste último, según la doncella que los describe, el más peligroso. Mientras Lanzarote acude al de la Espada, Galván habrá escogido el camino que lleva al Puente Sumergido, ambos en busca de la reina raptada. El nombre del puente responde a su construcción: se encuentra situado bajo el agua, a la misma distancia del fondo que de la superficie y tiene solamente un pie y medio tanto de ancho como de grueso. Su localización es absolutamente distinta a la del de la Espada, ya que se encuentra alejado del castillo del rey y no delante como era el caso del otro puente. El carácter del Puente Sumergido es evidentemente inusual —su utilidad como puente ofrece serias dudas—, pero el autor recrea a partir de él una imagen de absoluta comicidad —Galván a punto de ahogarse al intentar cruzarlo— que le hace perder lógicamente la posible carga de peligro y de sobrenaturalidad. Galván deberá ser rescatado del agua, y su fracaso en esta aventura será estrepitoso, sobre todo por el contraste con la heroica superación del Puente de la Espada por parte de Lanzarote. Desde un punto de vista simbólico, parece que la muerte por el filo de la espada (del Puente de la Espada) es propia de los caballeros nobles y valientes, mientras que la muerte dentro el agua estaría reservada a cobardes y traidores: de ahí que la decisión de Lanzarote y Galván deba ser considerada como algo más que una simple alternativa. (Véase también Puente de la Espada.)