El rey Salomón, hijo del rey David, famoso por su sabiduría, conocía las virtudes de las piedras preciosas y de las hierbas, y sabía el curso del firmamento y de las estrellas; pero a pesar de su sabiduría no podía evitar encolerizarse con su mujer, que lo enfadaba tan a menudo como quería. Salomón dedicó sus conocimientos a averiguar por qué las mujeres enfadan con tanto gusto a los hombres; estaba preocupado con este asunto, cuando una voz le dijo que una mujer de su linaje sería la causante de la mayor alegría del mundo. De esta forma supo que la Virgen María pertenecería a su linaje, y que no terminaría ahí su descendencia, sino que llegaría hasta un hombre virgen, el mejor caballero de todos los tiempos. A partir del momento de esta revelación, Salomón se preocupa de cómo hará saber al Buen Caballero que había conocido su destino más de dos mil años antes de que naciera. Gracias a los consejos de su mujer, construye una nave capaz de resistir el paso del tiempo; en ella coloca la Espada del Extraño Tahalí, que había pertenecido al rey David, su padre, y finalmente manda hacer una cama, cubierta con tres tablas del Árbol de la Vida, una blanca, otra verde y otra roja. Mordraín, Nascién y Celedonio entrarán en este barco; Galaz, Perceval y Boores se reunirán en la nave de Salomón con la hermana de Perceval; será este navío, cual bajel fantasma, el que vaya al encuentro de los tres caballeros del Grial para conducirlos, en un viaje cuasi místico, hasta el que fuera su origen y será su destino, el reino fabuloso de Sarraz, y mucho tiempo más tarde, el cuerpo de la virtuosa hermana de Perceval llegará en la misma nave a Sarraz, donde será enterrado. Así, en la tradición de la narrativa artúrica en prosa, Salomón se convierte en antepasado de Lanzarote y Galaz, emparentando con el que había de ser el Caballero Escogido del Grial, y haciendo remontar su linaje hasta la Virgen María. En la Estoire Saint Graal viajan en esa nave, de una isla a otra del Mediterráneo, pasajeros escogidos.