Valles
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Los numerosos valles que aparecen en la literatura artúrica no se corresponden con la misma abundancia de montañas o de colinas: da la sensación de que los caballeros tienen más facilidad en encontrar las depresiones del terreno, pues en muy pocas ocasiones —aunque no faltan— se alude a las duras pendientes
Los numerosos valles que aparecen en la literatura artúrica no se corresponden con la misma abundancia de montañas o de colinas: da la sensación de que los caballeros tienen más facilidad en encontrar las depresiones del terreno, pues en muy pocas ocasiones —aunque no faltan— se alude a las duras pendientes. Los valles son, por una parte, el resultado de la existencia de montañas, aunque éstas apenas se vean; por otra parte, los valles se oponen a los bosques, por sus características propias. Son lugares abiertos, a los que la luz llega sin dificultades, y en los que no existe el peligro imprevisible: los valles serán el lugar del juego, de los bailes, del entretenimiento y del descanso; en el valle duermen los caballeros sin más preocupaciones que el frescor de la sombra de los árboles, aunque el bosque haya quedado a escasa distancia: se trata de dos mundos completamente distintos. Pero se puede pensar, además, que en gran medida los valles marcan el curso de los ríos, y que, por tanto, constituyen el último lugar conocido antes del inicio de la aventura dudosa y temida que es pasar a la otra orilla o entrar en el agua; en este sentido, el valle será un elemento familiar y acogedor, situado entre dos enemigos, el bosque y el río.