El día de San Juan, mientras la corte del rey Arturo estaba reunida, entraron en la sala tres doncellas: la primera montaba una blanca mula enjaezada con gran riqueza; era una doncella de bello cuerpo, pero calva, con el brazo derecho en cabestrillo y con una cabeza en la otra mano. La segunda doncella llevaba un perro, que mostraría su alegría sólo al caballero escogido para poner fin a las aventuras del Santo Grial, y un escudo, que sería para ese mismo caballero. La tercera doncella, que iba a pie, vestía una falda corta como si fuera un doncel. De las tres mujeres, siempre habla la primera: al ser la más significada, se llama Doncella del Carro, pues habían acudido a la corte del rey Arturo con un carro tirado por tres ciervos blancos, en el que había ciento cincuenta cabezas humanas. Después de explicar que el silencio de Perceval en el Castillo del Grial no sólo mantiene postrado al Rey Pescador, sino que además ha hecho que ella se quede calva, deja el perro y el escudo y se marchan. De regreso, se encuentran con Galván, que no puede impedir que les roben las cabezas del carro. En realidad, la Doncella del Carro es una figura alegórica que representa a Fortuna y su rueda; las cabezas simbolizan las tres creencias del mundo: la Nueva Ley de los cristianos, la Antigua Ley de los judíos y la Falsa Ley de los sarracenos. Cuando Perceval conquista el Santo Grial, todo volverá a su orden, a la Doncella le crecerá su rubio cabello y el Rey Pescador se sentirá aliviado de sus dolencias.